Mi cuerpo está obsoleto. Su oscuro ojo se ha ido secando y pronto el iceberg de los recuerdos saldrá disparado del cañón de su revólver. Ahora todas sus instantáneas me parecen meros souvernirs; ahora, cuando me miro al espejo, me resulta muy difícil verme al trasluz, y reconocerme. La vida me ha enseñado las uñas y me he vuelto terca, díscola, inaccesible. La memoria se ha quedado sin argumentos, es incapaz de revelar los negativos de todo lo que he ido acumulando a lo largo de los años. Lo único que quiero recuperar son esas necesidades inocuas que se perdieron durante los viajes y sentirme cómoda. Cerradas las antiguas heridas, me siento cómoda; el alimento de la indiferencia ha sido cosido con hilo de bramante y me ha vuelto más fuerte.
Si nadie puede adivinar lo que siento o pienso, nadie podrá hacerme zozobrar. Si nadie cruza la línea divisoria, nadie podrá dañarme. Es el momento de interpelar a todos aquellos sueños, el momento de friccionar las aleaciones; el momento de transformarlas en una droga de síntesis capaz de zamparse la antigua voluptuosidad.
¿Los ves? Sí. Son los rostros ajados que se comprometieron a quererte porque un imán les obligó a sentir lo que tú les legaste. Ellos son capaces de volverse dulce caramelo para fundirse en tu lengua y contar hasta el infinito, mientras yacen a tu lado. ¿Crees que susurrándoles al oído podrás guarecerte de la tormenta? ¿Crees que si recuperas lo que ya se ha ido, podrás volver por el mismo camino?
precioso agahta bueno viniendo de ti lleva calidad fijo
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